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Apostolicus: | 2024-06-05 | Iglesia




Amazonia: En un barco, la esperanza y el consuelo de Cristo

Hermana Marcia Lopes Assis nos comparte su experiencia como misionera en la zona Juruti-Pará en el Amazonia - Brasil y lo que significó para ella participar como voluntaria de la 52° y 74° expedición realizada en el Barco Hospital Papa Francisco.
 

Hna. Débora Evangelina Vargas - A.S.C.J

La hermana Marcia Lopes Assis, perteneciente a la congregación Apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús, desempeña su tarea pastoral en la Parroquia Nuestra Señora de la Salud en Juruti-Pará del bajo Amazonas, perteneciente a la Diócesis de Óbidos, en Brasil.

La Hna. Marcia manifiesta que su “vocación ha sido misionera desde el principio” y a lo largo de su camino, el buen Dios siempre le ha sorprendido en la experiencia de misión que le ha permitido vivir.

“Todas han sido experiencias extraordinarias e intensas y estoy muy agradecida por ellas. Juruti no es diferente, una experiencia maravillosa que me ha permitido redescubrir la esencia de mi vocación y del carisma de nuestra fundadora que llevo dentro. El hogar aquí no tiene la connotación de otros lugares donde pensamos en algo estático, que satisface todas nuestras necesidades o en donde estamos a salvo de peligros externos. El hogar aquí puede estar en una barca de remos o en una hamaca instalada bajo un árbol de mango, en la calle o en un cobertizo abierto o dentro de la propia sacristía”.

Los niños, los mejores maestros

Entre las diversas actividades que realiza, la consagrada asesora al Consejo Misionero Parroquial (COMIPA), pastoral que acoge la exhortación del Papa Francisco a ser una "Iglesia en salida", una Iglesia misionera. El objetivo del COMIPA es llegar a las 78 comunidades que integran el sector parroquial, en especial las más lejanas, débiles y necesitadas, que se encuentran a más de 60 kilómetros.

Cruzar el río Amazonas, comenta la hermana Marcia, “no es tarea fácil. Cuando llegamos a la comunidad de Santa Rita, me recibieron los niños, muy tímidos y asustados por la llegada de un extraño, pero pronto nos convertimos en muy cercanos. Algunos tienen miedo porque me confunden con una enfermera o una dentista; otros me llaman maestra, pero casi todos se quedan cautivados permaneciendo cerca y diciendo que ellos también serán religiosos cuando crezcan”.

Como muestra de agradecimiento, los niños propusieron a la religiosa enseñarle a remar. “En los niños he encontrado a los mejores maestros”, añade.

 




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